Sexo, muerte y otoño by Carmen Pérez Cabrera

Sexo, muerte y otoño by Carmen Pérez Cabrera

autor:Carmen Pérez Cabrera
La lengua: eng
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2021-10-15T00:00:00+00:00


9

Le dije que también me gustaban las tías y se abrió ante nosotros un mundo de posibilidades. Me dijo que lo imaginaba y que durante algún tiempo había sentido celos de cómo miraba a una amiga común. A los dos nos gustaban con grandes tetas y cara angelical, por lo que fue bastante fácil elegir alguien para poder incluirla en nuestros juegos sexuales y probar otras combinaciones posibles.

Estaba trabajando cuando me mandó una foto recordándome, con su torso desnudo, cómo me gustaba. Me esperaba por la noche, tenía ganas de mí y ese día especialmente estaba excitado. Había tenido mucho curro y siempre que se estresaba me buscaba con más deseo todavía. Le relajaban mucho nuestros juegos, tumbarse en el sofá de su casa semidesnudo con el móvil en la mano y empezar a descubrir su cuerpo ante mí. No quería esperar hasta la noche y a los dos nos entró prisa. Cuando imaginábamos todo lo que nuestras manos y nuestra mente podían llegar a hacer, era imposible a veces esperar.

Me levanté de la reunión, era todo muy aburrido y él era intenso, provocador y sexi. Cada músculo de su trabajado cuerpo me parecía excelente. La reunión era tediosa y no necesitaba seguir allí sentada perdiendo el tiempo mientras mi sexo comenzaba a humedecerse. Cada palmo de su piel ampliado en la pantalla de mi móvil era deseable. Me fui al baño para poder mirar detenidamente las fotos que había comenzado a mandarme. Me quité la camiseta y saqué una foto de mis tetas para él. Estaba terminando el otoño y para acompañarle en la despedida saqué la foto del lado del brazo que llevo el tatuaje. Mi tatuaje de flores le gustaba, era muy sensual, me hacía parecer más comestible todavía.

Le sugerí esperar hasta más tarde y seguir con aquello cuando llegara a casa, pero me mandó una foto diciéndome que ya era tarde. Su pene había despertado y le decía que había que seguir adelante hasta el orgasmo. Al ver la foto desabroché con rapidez mis pantalones y metí la mano mojada en saliva debajo de mis bragas. Me temblaron las piernas y, aunque el sitio no era el más cómodo para follar, empezamos el juego.

Cerré los ojos y apareció frente a mí, desnudo, exhibiendo cada pliegue de su piel ante mis ojos, entreabriendo los labios para acercarse a mi cuello y saborearme con su lengua y morder hasta sangrarme de placer. Y allí estaba también ella, nuestra amiga común semidesnuda. La dejamos entrar sin pensar, deseábamos un tercer elemento provocador, imprevisto y que de repente nos desconcertó. En alguna conversación le había contado que había tenido sexo con tías y desde entonces la idea de compartir esta experiencia le obsesionaba. Con dos tías todo se multiplicaba sin lugar a dudas.

Lamí sus pezones, apreté las tetas de nuestra nueva amiga y noté como a él aquella nueva situación le enloquecía. Mi mano derecha empujaba su pene arriba y abajo y mi mano izquierda metía los dedos en otro pubis que esta vez no era el mío.



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